Un segundo de pánico, una tragedia evitable El sábado 16 de noviembre de 2025, un puente improvisado en la mina de Kalando (Lualaba, Congo) se derrumbó bajo el peso de decenas de mineros artesanales que huían de disparos militares. El resultado: 32 muertos, la mayoría ahogados o aplastados en una zanja inundada. El accidente, ocurrido en una zona prohibida por riesgo de derrumbes, es el último ejemplo de cómo la extracción de cobalto —esencial para la industria tecnológica— se sustenta en vidas humanas precarizadas.
La minería artesanal: un trabajo sin garantías En la República Democrática del Congo, más de 200,000 personas dependen de la minería artesanal, un sector marcado por la falta de regulación, infraestructuras inseguras y conflictos con fuerzas de seguridad. En Kalando, los mineros —muchos de ellos niños— trabajan sin equipos de protección, excavando túneles inestables o cruzando puentes de madera podrida, todo por salarios que apenas superan los $2 diarios. La tragedia del sábado es el reflejo de un sistema donde la supervivencia se paga con riesgos mortales.
Los disparos que desencadenaron el caos Testigos afirmaron que los soldados dispararon al aire para dispersar a los mineros que habían ingresado ilegalmente a la concesión. El pánico llevó a la multitud a agolparse en el puente, cuya estructura cedió bajo el peso. Aunque las autoridades investigan si los militares actuaron según los protocolos, el incidente evidencia la tensión permanente entre mineros informales, empresas legales y fuerzas de seguridad, que a menudo recurren a la violencia para controlar el acceso a los yacimientos.
El cobalto y la paradoja de la energía limpia El Congo produce el 70% del cobalto mundial, un mineral clave para las baterías de vehículos eléctricos y dispositivos electrónicos. Sin embargo, su extracción artesanal está ligada a trabajo infantil, desalojos forzosos y accidentes mortales. Mientras el mundo celebra la transición hacia energías «limpias», comunidades enteras en el Congo pagan el precio con sus vidas. Organizaciones como Amnistía Internacional han documentado abusos sistemáticos, pero las respuestas de las empresas y gobiernos siguen siendo insuficientes.
¿Justicia para las víctimas de Kalando? El gobierno congoleño suspendió las operaciones en la mina y prometió una investigación. Pero sin cambios estructurales —como la formalización de la minería artesanal, la mejora de las condiciones laborales y la creación de alternativas económicas—, tragedias como esta seguirán repitiéndose. El cobalto seguirá alimentando la tecnología global, pero ¿a qué costo?
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