
Más allá de las 340 habitaciones de lujo, los 12 restaurantes gourmet y el diseño vanguardista que han puesto al W Punta Cana en los titulares internacionales, hay una historia de transformación comunitaria que rara vez se cuenta. Detrás de los US$160 millones de inversión y el glamour de la marca W, se esconden 2,300 empleos directos creados, 50 pymes locales que ahora son proveedoras del hotel, y un programa de formación que ha capacitado a más de 1,000 jóvenes de Uvero Alto en habilidades turísticas. «Este hotel no solo cambió el paisaje, cambió vidas», afirma María Fernández, una de las 300 mujeres que forman parte del personal del complejo y que antes trabajaba en empleos informales.
El impacto en la economía local ha sido inmediato y profundo. Las ventas de los negocios cercanos al hotel han aumentado un 40%, se ha creado una ruta gastronómica que conecta al complejo con 15 restaurantes locales, y se ha implementado un programa de compras que garantiza que el 30% de los insumos provengan de productores dominicanos. «Antes vendía mis artesanías en la playa por lo que me dieran. Ahora el hotel me compra a precio justo y las exhibe en su boutique», cuenta Juan Pérez, artesano de El Macao, cuya familia ha visto un aumento del 200% en sus ingresos desde que el hotel abrió sus puertas. Pero el verdadero cambio está en la formación profesional que el hotel ha impulsado en alianza con el Instituto Técnico Superior Comunitario (ITSC), donde más de 1,000 jóvenes de la zona han recibido capacitación en hospitalidad.
Lo que hace único a este proyecto es su enfoque en la economía circular. El 80% de los muebles fueron fabricados con madera certificada de bosques sostenibles, el 100% de los residuos orgánicos se convierte en compost para huertos locales, y se implementó un sistema de trueque de plásticos con las comunidades cercanas. «No queremos ser solo un hotel, queremos ser un motor de desarrollo», afirma Begoña Amengual, CEO de Mac Hotels, quien destaca que el 3% de las ganancias del hotel se destinarán a un fondo comunitario para proyectos sociales en Uvero Alto. La gobernadora de La Altagracia, Daisy D’Oleo, resaltó que este proyecto es parte de un plan de desarrollo integral que incluye mejoras en la infraestructura vial de la zona, un nuevo centro de salud financiado con aportes del hotel, y programas de alfabetización digital para adultos mayores.
Pero el impacto más profundo quizá sea el cambio de mentalidad que está generando en la comunidad. «Ahora los jóvenes ven el turismo como una oportunidad real de desarrollo, no solo como trabajos temporales», explica Ana Rodríguez, una de las becadas que ahora trabaja en el WET Deck, el exclusivo área de piscina del hotel. El proyecto ha creado un ecosistema donde el lujo no es solo para los huéspedes, sino que se extiende a la comunidad a través de empleos de calidad, formación profesional y oportunidades de negocio para los residentes locales. «Estamos demostrando que el turismo de lujo y el desarrollo comunitario no son excluyentes, sino complementarios», declaró el ministro de Turismo, David Collado, quien resaltó que este modelo de turismo con impacto social es el que quiere replicar en todo el país.